lunes, 27 de noviembre de 2006

Campaña para Nacionalizar el Petróleo y el Gas en Argentina: ¿nacionalización para qué?


Numerosas organizaciones sociales y políticas en nuestro país se encuentran desarrollando un plan para la "nacionalización del petróleo y el gas" privatizado en las épocas menemistas. El objetivo es juntar un millón de firmas e instar al estado argentino a que recupere estos recursos.

Aunque nadie duda de la buena fe de muchas de estas organizaciones, el tema de la "nacionalización de los recursos" -es decir la estatización- es un tema debatible. Un tema que por lo menos, merece alguna discusión en estas épocas posmodernas.

No se trata, desde nuestra posición, de ser "tira bombas" de lo que otros compañeros hacen o piensan. Solo decimos que merecen alguna reflexión. ¿Podemos trasladar el concepto de la nacionalización y la estatización sin alguna crítica?. ¿Puede permanecer este tema en la agenda de la izquierda sin ser cuestionado y revisado?.

Lo primero que debemos ver es el nuevo contexto en el que se pretenden instalar esta políticas de estado. En América Latina hay un nuevo mapa político, marcado en gran medida por una "nueva gobernabilidad"*. La llegada al gobierno de liderazgos o coaliciones que se reivindican como nacionales, populares y anti-neoliberales marcan un quiebre en relación con las experiencias anteriores signadas por el "Consenso de Washington" y el unilateralismo.

Pero ¿qué es la "nueva gobernabilidad?. Desde esta perceptiva ya no se puede gobernar como antes, ya no es posible imponer un neoliberalismo salvaje, hay que imponer uno suavizado, pero previsible, que como tal siga sin alterar los términos de acumulación del capital. Los gobiernos de Evo, de Chavez, de Lula, de Kirchner, son -aunque en medidas diferentes- el capitalismo posible en América Latina.

La "nacionalización de los recursos energéticos" aparece como una política de estado de estos nuevos gobiernos. Parecen intentar desarrollar un proceso directamente inverso que el de sus predecesores: "si ellos privatizaban, nosotros nacionalizamos". Los braza una nostalgia por aquel estado benefactor, el mismo estado que garantizó por décadas el dominio capitalista y que ahogó toda la potencia y radicalidad autónoma de los sectores populares. No solo las ahogó, las reprimió a sangre y fuego.
El caso de Bolivia es el más importante y radical de todos en cuanto a la "nacionalización de recursos" y su importancia. En Brasil el proceso fue más limitado y se está dando uno inverso -Petrobras, la petrolera mixta brasileña está siendo ganada cada vez más por el capital privado-.

Esperar todo del estado es un camino complicado, cuando no, conservador. Los pueblos deben apropiarse de los medios, de los recursos que le corresponden, esa es la soberanía de los pueblos, no la del estado. Decir que un recurso es estatal, no es decir, que es nuestro. Los pueblos mapuches de la Patagonia son testigos de esto: para el poder político son "usurpadores de tierras fiscales".

La izquierda tradicional mantiene imperturbable su agenda política pese a las nuevas y variadas realidades locales y globales. ¿Por qué toda la "manada progresista" se suma acríticamente a estos proyectos? ¿Cuánto de pereza intelectual hay en repetir agendas y programas? ¿No será hora de plantear nuevas formas de apropiación de los recursos y medios de los pueblos? ¿No es posible pensar en formas soberanas que aseguren la autodeterminación de los pueblos, prescindiendo de las mediaciones institucionales?. Estas son incógnitas que por lo menos nos hacemos. La izquierda tradicional no se las hace, porque camina dictando.

*Este concepto es teorizado por el Colectivo de Situaciones.

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