lunes, 27 de noviembre de 2006

América Latina ¿nuevos vientos o futuras tempestades?


América Latina ya no es la de antes. O por lo menos la que era hace unos pocos años. Parecen soplar nuevos vientos que anuncian cambios.

Desde lo institucional nuestro continente ha mutado, se ha transformado al calor de nuevos liderazgos, de nuevos programas políticos, de nuevas tendencias, de nuevos discursos. La década pasada fue la década de la obscenidad neoliberal, del despilfarro y corrupción televisada, con personajes como Menem, Fujimory y Abdalá Bucarám como actores de una comedia que por momentos daba risa, pero que escondía la atrocidad de la marginación de las enormes mayorías latinoamericanas en la pobreza.

La década pasada en América Latina fue la década del "Consenso de Washington", de las relaciones carnales -que mas que eso eran abusos y violaciones del país del Norte-, del ALCA a corto plazo, de la entrada al primer mundo, del estado inútil e innecesario, de la apertura de los mercados, de la concentración de la riqueza en cada vez menos manos y la concentración de la pobreza en cada vez mas hogares de nuestro continente.

Parecen soplar nuevos vientos. Hoy gobierna en América Latina otra visión política. La llegada de Evo Morales con el 50% de los votos a Bolivia -un país tan empobrecido como rico-, la consolidación del poder de Hugo Chávez en Venezuela -ya casi sin oposición institucional-, la esperanza que pese a todo sigue despertando en algunos el gobierno del petista Lula en Brasil, la llegada del Frente Amplio de Tabaré Vasquez al gobierno uruguayo, la aceptación silenciosa de parte del pueblo argentino a las políticas de Néstor Kirchner y la presencia intacta de la Cuba de Fidel dejan en claro un panorama político-institucional diferente al que reinaba en los noventa. Fuera hay que dejar al gobierno de Chile de la Concertación de socialistas y democratacristianos que se mantiene al margen de estos gobiernos y mucho más cercano a EEUU, con el cual ya a firmado un ALCA bilateral, lo ha apoyado en su política de subsidios agrícolas en la OMC y ha mantenido una política económica de corte netamente neoliberal.

Sin embargo quedarnos con estos datos es quedarnos con una mirada parcial de la realidad latinoamericana, que es por supuesto, mucho más compleja. Nadie duda que estos gobiernos nacional-popular-reformistas llegan al poder con fuerte consenso popular -exceptuando el caso de Kirchner-. Pero si bien para algunos de ellos es muy prematuro aventurar sus políticas futuras, ninguno de los que han gobernado más de tres años han producido cambios profundos, estructurales, que vayan más allá del discurso y la verborragia anti-neoliberal. Tal vez Chavez sea el que ha llegado más lejos pero tampoco ha modificado en parte sustancial la realidad social de su país. Y la pregunta es ¿si Chavez no ha podido generar transformaciones estructurales con el poder con el que cuenta, podrán hacerlo los otros gobiernos, más presionados y condicionados?

La respuesta no está clara todavía. Lo que si queda claro es que hay un discurso derrotado: el discurso neoliberal. Y no lo derrotaron los lideres regionales ni sus partidos, sino el pueblo en las calles, las sociedades civiles movilizadas, como el 19-20 argentino, como las puebladas en Bolivia hace muy poco y las de Venezuela hace una década. Quedarnos con la mirada de lo político-institucional también es una mirada parcial. Porque también esta lo político-social, las nuevas rebeldías inorgánicas que se expanden desde El Alto en Bolivia hasta la gigantesca Buenos Aires, desde las Selvas amazónicas hasta las tierras araucanas, desde las selvas chiapanecas hasta la Patagonia originaria.

Los nuevos gobiernos en América Latina no tienen un "cheque en blanco". Tienen una obligación: mejorar la calidad de vida de los sectores populares en nuestra América. Y tienen poco tiempo para hacerlo. El reloj no corre a su favor. Es cierto que América Latina no es hoy un hervidero, pero lo puede ser en muy poco tiempo. Si hoy hay grandes sectores populares en América Latina que creen en un rumbo nuevo, la decepción puede tener efectos impredecibles.

¿Que pasa si estos gobiernos fracasan?. ¿Y si las presiones de los supra-poderes puede más que las pretensiones progresistas de los lideres y sus bases?. ¿Si ya fracasó el neoliberalismo como paradigma, si fracasa el nuevo reformismo, que paradigma nuevo lo suplantará?. Esta claro que ningún pueblo se suicida, que los pueblos seguirán buscando alternativas. En América Latina pueden soplar vientos de cambios, pero como decíamos, estos vientos pueden transformase en tormentas y tempestades.

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